La garantía de que un cliente está pagando el mejor precio por un servicio de transporte es el uso del taxímetro. Este aparato de medida electrónico se utiliza desde finales del siglo XIX y ha ayudado a miles de conductores de todo el mundo a generar el precio adecuado del traslado, dependiendo del tiempo, la velocidad y la distancia.

Pero mucho antes ya existían los taxímetros. En la antigua Roma utilizaban un mecanismo en el que se iban liberando pequeñas bolas durante el trayecto y al final de este el cliente debía pagar en función de la cantidad que se había caído.

La palabra proviene del griego y significa “medir tasa“. El primer taxi que tenía el aparato fue el Daimler Victoria fabricado por Gottlieb Daimler en 1897. Pero la gran difusión del taxímetro no llegaría hasta 1907, hasta que una compañía de alquiles de automóviles en Estados Unidos decidió incluirlo en sus coches.

El taxímetro varía dependiendo del ciclo del trabajo en el que se encuentre el taxi, que puede ser libre, ocupado o importe. En el primero el taxi espera a que un cliente venga, en este caso la posición es de reposo. En el caso de ocupado, ya se ha iniciado el viaje y comienza a visualizarse el importe constante del servicio. Cuando se ha llegado al destino, el cobro total se muestra y es el que debe abonar el pasajero.